domingo, 21 de enero de 2007

Adicciones informáticas

En estos momentos estoy viendo un documental en La 2 y a la vez estoy escribiendo esta entrada en el blog. ¿De qué trata el documental?....... pues...... de adicciones a las nuevas tecnologías. En él hablan de adictos a los móviles, pasando por adictos a los videojuegos, hasta llegar a los adictos a Internet.


De repente mis ojos viajan repetida y velozmente, con indicios de ansiedad, de la pantalla del ordenador a la de la tele: ¿seré yo un candidato a este tipo de adicción? La verdad es que, después de un rato, mi mirada se clava en el PC y deja que sean los oídos los que estén pendientes del documental. Por fin encontré la solución. Tengo dos sentidos para dos estímulos. Genial. Con un poco de esfuerzo, incluso podría aprender a atender a cinco cosas distintas (escribir en el ordenador, escuchar la tele, saborear un refresco con una pajita, oler la comida que me espera mientras se calienta y, finalmente, sentir con mi brazo el suave tacto del sillón en el que estoy sentado). Me convertiré en un superhombre.


Mis intereses, afortunadamente, no radican en los juegos (no tengo ni uno sólo instalado en el ordenador) ni tampoco en los móviles (mi última factura mensual fue de dieciocho euros). Sin embargo, sí que he de reconocer que tengo una elevada tendencia a dejarme engatusar por esta maquinita que tengo delante. La cuestión es que la utilizo -esto siempre a mi juicio, claro está- con una intencionalidad constructiva. Que conste que esta última afirmación la digo desde el significado más puramente educativo (como me corresponde). Si no estoy arreglando una obra musical para usar en clase, estoy revisando mi correo. Cuando no me llama mi hermano desde Bogotá (de PC a PC, claro, bendito Skype), estoy revisando cosillas de la página web o de este blog.


En definitiva, creo que estas nuevas tecnologías me dan mucho más que lo que yo les doy a ellas. Me permiten, esencialmente, comunicarme. Y eso, hoy en día, es un bien muy preciado. Muy, muy preciado.


Entiendo perfectamente a nuestros alumnos y su obsesión por el móvil, el MP3, el intercambio de tonos y politonos, el messenger y la repanocha. Pero, ¿alguien cree que dejan de compartir sus inquietudes, sus inseguridades con los amigos? ¿Es que acaso dejarán de mostrar sus azoradas miradas hacia la chica/o que le gusta?


No, amigos. La naturaleza humana no cambia tan rápido. Después de todo un siglo XX, en el que apareció el teléfono, la televisión, el avión, el fútbol... después de todo eso, las personas seguimos dejando fluir por nuestras arterias las mismas pasiones -las más bajas y las más altas- que nuestros antepasados sintieron miles de años atrás. Las mismas mezquindades y las mismas heroicidades.


También en aquel siglo existían agoreros.


Tengo treinta y siete años. Vi mi primer ordenador cuando tenía quince, y mi primer móvil a los veintitantos. La especie humana no ha cambiado en miles de años, no lo hará en décadas. Todavía hay pasión codificada en nuestro ADN.

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